Tranquilo papá, Félix Soumastre
es buena onda
Soumastre, conocido por ser conflictivo, soberbio y
desagradable, resultó ser una de las personas más sencillas y amigables que he
conocido. Una faceta distinta, pero en un ambiente noctívago y bohemio, digno
de un personaje mediático como él.
Por M Patricio Campos
Calle San Martín en Viña del Mar, clima frío de invierno. Me recibe una
chica en la puerta del Pub Margarita.
Le pregunto por Félix Soumastre y me indica con el dedo su ubicación exacta.
Pienso en su personalidad conflictiva y me entra un poco de pánico. ¿Será
realmente como se ha mostrado en televisión?
Reunidos en el lugar, iniciamos una conversación curiosamente amena, la
cual demuestra de inmediato la faceta poco conocida de Soumastre: amigable, con
mucho sentido del humor y muy dispuesto a cooperar con la entrevista.
De los hobbies,
de la tele y de la fama
Reconoce que no bebe alcohol, mas que en situaciones especiales. Al
parecer esta es una de ellas, ya que ordena un vaso de amaretto con tres hielos. Lo acompaña su amiga Tracy, quien no es
reconocida públicamente. Félix enciende un cigarrillo, bebe un sorbo de licor y
se posiciona dispuesto a recibir preguntas.
Soumastre trabaja como DJ de música Psy
Trance hace catorce años en Santiago, estudia periodismo en la Universidad del
Pacífico de Las
Condes, y se hizo conocido
por su participación en
dos reality shows de Canal 13. Además, entró
al programa juvenil Yingo a “marcar
diferencia con los ignorantes que trabajan ahí”.
La gente sentada en las mesas continuas observa a Félix como
preguntándose si de verdad es él, pero Soumastre no se ve preocupado de aquello.
Se ríe mucho al contar sus anécdotas y enciende un cigarro tras otro, así como
un verdadero adicto al tabaco.
El miedo y la incertidumbre por la posible personalidad del ex galán de
Amor Ciego, ya desapareció. Ambiente reconfortante. Félix interrumpe la conversación
cuando el garzón se acerca, dice: “ya, amigo, va a empezar el partido”. Se
cambia el canal y la mirada de Soumastre se desvía hacia la pantalla, para ver
fútbol: juega Universidad Católica contra Blooming de Bolivia. “Compartimos el
amor por el mismo equipo, hueón”, me
dice cuando menciono que me gusta la
UC.

Resulta
que Félix no era como se veía en la televisión. ¿Y todas esas peleas en los
reality eran reales o no?, le pregunto entre la oscuridad del recinto
viñamarino. “Yo tengo una paciencia enorme, pero lo que se ve es sólo una parte
del asunto (…) Dime qué marihuanero
no tiene paciencia”, me dice con una sonrisa amigable, pero imponente.
Marihuana y consecuencias
El tema de las drogas es necesario conversarlo, pienso. “Yo jamás le he vendido droga a nadie.
Tenía la planta en mi departamento, para mí. La primera regla para la gente que
carreteaba en mi casa era que nadie,
pero nadie, podía sacar marihuana de ahí”.
La música suena despacio, el partido de fútbol no posee audio. El amaretto ya va en la mitad y Tracy se
ríe mientras Félix conversa del conflicto que vivió con Carabineros el año
pasado. Se nota que está tranquilo consigo mismo, Félix no es un delincuente,
es más, se nota que posee educación y principios muy bien formados.
“En todo caso, cuando la policía se cansó de buscar bolsas preparadas
con marihuana listas para la venta o algún otro tipo de droga, me quitaron las
plantas y se fueron. No pagué multa ni me fui preso”, declara entre la noche
del recinto y las conversaciones de las mesas contiguas.
Finalizó el partido de Católica con
victoria para los chilenos por goleada. Se nota la felicidad en el rostro de
Soumastre. “De acá nos vamos a celebrar al pub Hollywood y aprovechamos de pasar a saludar al Negro”, le dice a su
amiga mientras toma su mano románticamente.
“¿Te sirvió de algo la entrevista?”,
pregunta con un tono simpático. Está claro que todo lo negativo que podía haber
visto en televisión estaba borrado y remplazado por esta personalidad acogedora
y amigable que genera Félix Soumastre.
Paga la cuenta, deja propina, abraza
a Tracy, se despide de los garzones dando las gracias, le abre la puerta a su
amiga, prende un último cigarrillo y se pierde entre pasos lentos hacia el pub
que está a la vuelta de la esquina.